Subo por las escaleras despacio y sin hacer ruido. Y te encuentro ahí, concentrada. Te has puesto mi pijama sin pedirme permiso y hasta me duele que te quede bien. Qué mayor te veo, cuánto has crecido desde la última vez que me paré a mirarte. Qué lejos estás de ese bebé que conocí, de esa niña que me robó el corazón desde una fotografía.
Y es que a veces me olvido de por muchos años que pasen tus ojos son los mismos pero tu mirada, afortunadamente, no.
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